Ocupan bares y teatros. Se van de gira, encadenan festivales. Les gritan por la calle como a estrellas del rock y, a veces, tienen la misma insolencia que los punk. ¿Su materia prima? Los poemas. Presentamos a los nuevos trabajadores del verso en directo, el rock recitado, la perfopoesía...
ELENA MEDEL. 16.06.2009
En El Perro Andaluz, un bar sevillano, ochenta personas beben en silencio: es jueves por la noche y hay poesía. Ocupan el escenario Antonio García Villarán, Nuria Mezquita o cualquiera de sus invitados: del camerino al micrófono, Antonio y Nuria se transforman en Cangrejo Pistolero y Dalton Trompet. Los poemas dialogan con la música de la Carolain Band. El público aplaude y pide bises. Cuando publicaron sus primeros libros, «pretendíamos presentarlos —cuenta Antonio— de una manera distinta. Nos disfrazamos, hicimos carteles, pedimos a amigos que tocaran y ensayamos para poder escenificarlo. Al bajar del escenario nos preguntaban por la siguiente actuación...». Cuatro años después coordinan el ciclo semanal Las Noches del Cangrejo, dirigen el
Festival Internacional de Perfopoesía de Sevilla —en el último, más de 5.000 asistentes— y planifican giras, igual que un grupo de música.
¿Y qué es perfopoesía? Olvidemos a Bécquer: consiste en «la escenificación del poema, se haya pensado o no para el escenario», indican. Una denominación de origen distinta a polipoesía, poesía escénica o spoken word. «No creo que haya demasiada gente en España que se pueda etiquetar como spoken word. Recitar poesía tiene poco que ver con ese concepto», apunta Eduard Escoffet. Trabaja en el ámbito de la poesía oral desde mediados de los noventa, y ha coordinado diversas citas al respecto; ahora programa para Yuxtaposiciones , cuya séptima edición acaba de triunfar en Madrid con Joan La Barbara, Nathalie Quintane o Miriam Reyes. «Es importante, cuando se habla de polipoesía, poesía sonora o spoken word, no confundirlo con la teatralización o la musicalización de la poesía», apunta. Ajo, directora de Yuxtaposiciones y habitual de las tablas con sus micropoemas, es clara: «Ser poeta es una actitud ante la vida, en eso me baso para Yuxtaposiciones, un festival internacional experimental. Queremos difuminar los límites entre disciplinas artísticas aledañas a la palabra poética».¿De qué hablamos cuando hablamos de qué?
Percepciones similares para desarrollos y resultados distintos. Antonio Romero, autor de Poliposeídas, se siente «más músico que otra cosa. Comencé escribiendo canciones para grupos de rock, en las que la música era consustancial a la palabra». De la palabra al sonido y de ahí a la escena: Poliposeídas —formada junto con los actores Laura Gallego y César Rosado— obtuvo con Nos repetimos el Premio Simulacro 2008 de nuevas tendencias teatrales. Vuelta a la multidisciplina: «Poliposeídas tiene la insolencia del rock o el punk, su tono contestatario, su puesta en escena, el ritmo, el sentido explícito de estar representando un espectáculo, y no la consciencia de estar leyendo un poema».
Hasta en discursos antípodas se repite la palabra performance. «Espero llegar a un punto en el que sólo sea necesario proyectar mis videopoemas. Yo estaría a un lado, sin que se me viera», comenta entre bromas Antonio Portela, que amplía sus lectores... en galerías de arte donde el poema se lee y se ve. Portela comenzó a escribir en otros formatos en la Academia de España en Roma. «La convivencia con artistas me hizo ver la poesía con otros ojos. Había leído en Mandelstam o Maiakovski, no recuerdo, que el poeta sueña con ver escritos sus poemas en las paredes con letras de dos metros de alto. Esa certeza me decidió». Si parece más imagen que letra, ¿cómo concibe el poeta un videopoema? «Mi punto de partida es siempre el texto escrito; luego considero cuál puedo proyectar. El lector lee y el espectador contempla».
Cuando Sofía Castañón teje un videopoema le preocupa «la necesidad de llenarlo de imagen, no sé si promovida por el amateurismo de la accesibilidad del vídeo, más que por una fuerza creativa. Me busco enemigos, pero creo que hay quien se acerca a la poesía por lo que tiene de exhibición: mucha bloguera con su webcam, y que me perdonen, haciendo algo así como versos». Ella trabaja en el audiovisual con el director Juan Tizón, y en el del spoken con el músico Héctor Tuya: con Disparad sobre nosotros han llenado salas de conferencias, pero también de conciertos. ¿Cómo definirlos? Menciona el cabaré. «No tengo claro qué es el spoken, ni tampoco si todos los que dicen estar haciéndolo lo hacen...».
De spoken sabe mucho Silvia Grijalba: dirige Palabra y Música, un festival sobre «la narrativa como espectáculo» por el que han pasado John Giorno, Lydia Lunch o Henry Rollins, y exploradores, de «poesía con otros elementos escénicos». Grijalba matiza por qué «se llama spoken word a espectáculos de polipoesía, poesía con música y casi cualquier poeta que se sube a un escenario. Spoken word no es eso, ni polipoesía es un poeta recitando».
Escoffet traza una genealogía polipoética catalana: «Una primera generación, entre 1991 y 1995, incluiría a Accidents Polipoètics, Xavier Sabater o Josep Ramon Roig, pero la cosa viene de mucho antes, con gente como Bartolomé Ferrando, Flatus Vocis Trio, Enric Casasses, Carles Hac Mor...». Si en Cataluña pueden matar al padre, en Galicia la tradición se cuece ahora: Yolanda Castaño trabaja en videopoesía y spoken, Estíbaliz Espinosa juega con podcasts... En gallego escribe María Lado, también actriz, que junto a la poeta y cantante Lucía Aldao aúna poesía, representación y audiovisual en Onde estea un cubata que se quite un soneto, a dúo, y Poeta de mierda, con la actriz Pepa Yáñez. Han actuado en Berlín y Oporto y han clavado una pica en citas como el almeriense Lilec. «El que se acerca es un público abierto, sin problema en encontrar a un poeta en una lengua distinta a la suya. Siempre que intentes buscar una conexión, están dispuestos a escucharte». Lado facilita otras dos coordenadas: Facer Merzbau, de David y Estevo Creus, y Carlos Oroza, «un clásico en vida».
Sofía Castañón remite al espectáculo Todo se entiende sólo a medias, de La Palabra Itinerante, y a María Eloy-García; se suma Vicente Muñoz, antólogo de 23 pandoras (Baile del Sol), que también cita a Carmen Camacho, Roxana Popelka o Déborah Vukusic. Muñoz intuye en los nuevos autores cierto «afán de rupturismo y búsqueda, de descontextualizar la forma grave de leer poesía en público». Otras puestas en escena, otros marcos y contextos... Y, sobre todo, «más improvisación y fusión de géneros, haciendo de las lecturas un ejercicio interactivo». Él sí menciona el spoken word: «Una especie de cajón de sastre donde cabe un poco de todo».
Poesía en la peluquería
De cómo nombrar pasamos a dónde: los bares, los teatros. El ciclo Palabras Habladas , primero en Madrid y luego en Alicante, organizó una actuación en una peluquería. También, en el caso de Poliposeídas, centros de enseñanza y espacios de encuentro político. «En esos ámbitos, la complicidad es casi total cuando existe esa sintonía, y un espacio de sorpresa, crítica y debate cuando no se da», explica Antonio Romero. Más sorpresas aguardan a quienes frecuentan estos otros escenarios. Nuria Mezquita recuerda cómo «en Sevilla, de cervezas con el poeta David González, pasó una chica y empezó a gritar: “¡Yo te conozco! ¡Te he visto recitar!”».
Llama la atención, además, la capacidad organizativa: sevillanos aparte, Portela coordina el ciclo de videopoesía del Festival Internacional de las Artes de Castilla y León , y Castañón —dentro del colectivo asturiano Hesperya— arma La Ciudad en Llamas. Su acto de clausura fue, precisamente, una sesión de spoken a cargo de Experimentos in da Notte. La música la ponen Pablo Malatesta y Luis Cebrián; la literatura, Octavio Gómez Milián. Sus actuaciones son más conciertos que lecturas; sus temas nacen «en el estudio-local de ensayo. Llevo algunos textos, y probamos bases musicales. Sugiero a Pablo una idea, un ritmo; funcionamos a base de referencias comunes para buscar el camino. Pablo esboza un loop, un riff de guitarra, una línea de piano...».
¿Existen diferencias entre escribir y decir? «Sin duda. Un poema es un poema, y un texto de EIDN, otra cosa». ¿Y por qué spoken y no sentarse y declamar sin más? «Creo que la poesía con música, el rock recitado (me gusta más ese término que spoken) es el camino natural de la nueva oralidad».
Hablar de EIDN es hablar de la escena zaragozana: comparten carteles y sello editorial. Nacho Escuín, responsable de Eclipsados , ha publicado no sólo a Octavio, sino también a otros poetas escénicos como Julio Donoso o Puritani, los más que más suenan junto al combo formado por Daniel Rabanaque, Don Nadie y Zombra. Conoce bien sus textos, y también el discurso que hornean; opina que pocas prácticas «alcanzan un verdadero nivel, y se acercan más a la sobreactuación que a dotar al poema de un contexto adecuado». Establece una divertida comparación entre el tono excesivo y afectado de algunos recitadores y el de cierto anuncio televisivo sobre combustible —ese tipo enjabonado que vive en la era glacial—, y resalta que —aun así— sus impresiones al respecto son «un tanto confusas».
Eduard Escoffet echa de menos «trabajo teórico, de investigación». «Estamos en un momento dulce e interesante, pero queda mucho por hacer». Esquejes para el árbol, más nombres: los teatremas de Patricia Esteban, Paupérrima, Josep Pedrals, Vinoamargo, Yellow Ping...
En las raíces, Giorno —«los orígenes mandan», Gómez Milián dixit—; entre los nacionales golean Accidents Polipoètics y Ajo . Cerremos el círculo con ella, lúcida y rotunda: «No sé si llamarlo movimiento todavía, o dejarlo en moda. En cualquier caso, a la poesía le viene de perlas ser sobada por propios y extraños: es la única forma de quitarle esa pátina de hermetismo y pretenciosidad que tanto daño ha hecho. La poesía para entendidos estaba acabando con la poesía. Imagino que cuando acabe lo que de moda tiene veremos qué y quiénes quedan: se podrá distinguir al poeta del pintamonas. Pero a mí me parece fantástico todo este revuelo poético: la criba viene sola, el tiempo manda aquí también».