"No hace falta Internet para leer" -dice Finkielkraut-. "Internet sirve, en cambio, para ahogar el libro. Internet es necesaria para poner las palabras en movimiento, para hacerlas volar, ¡para acabar con el scripta manent! Es necesario Internet para pasar del autor y de la consideración que le debemos a la comunicación exuberante y al derecho a ser autor, que ahora se le reconoce a todo el mundo. Es necesario Internet para disolver la sacralidad, toda alteridad, toda transcendencia en la información y en la interacción. Es necesario Internet para pasar de la obra a lo que, en los años setenta, se llamaba, con mayúscula rebelde, el Texto". Y en efecto, así es: Internet y su propiedad más significativa, el hipertexto soñado por los principales teóricos franceses de los años 60 y 70, encarna la posibilidad de imaginar y construir un texto sin retorno o regresión, infinítamente bifurcado, sin centro determinable o cartografiable. En esa proliferación y multiplicación de voces radica su principal mérito, como fuerza de oposición a los discursos que se pretenden únicos y monolíticos, pero en su virtud está también, seguramente, su pecado: "la red promete y promueve" -continúa Finkielkraut- "un discurso totalmente uniforme, una exuberancia sin jerarquía. Y la Red, en la escuela, debe poner fin a la vigilancia discursiva ejercida sobre los niños. Por lo tanto todo el mundo debe expresarse lo más pronto posible, incluso todo el tiempo, y las máquinas tienen el poder de liberar tal expresión".
Y tu, ¿Qué opinas?
Fuente: Los Futuros del Libro
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